Mañana ya es tarde. Tablas. La cosa sigue igual. El Ayuntamiento y la alcaldesa ganan tiempo (estamos ya en campaña) y las gaiatas, sumisas, como si el golpe recibido por la nueva normativa de elección de reina y damas, que amplia a otros colectivos festeros, no solamente las comisiones de sector, la opción de presentar candidaturas, se hubiera cicatrizado, tras la reunión mantenida ayer entre los presidentes de las asociaciones de luz y el concejal de Fiestas, Omar Braina, y la primera autoridad municipal, Amparo Marco. No hubo valor para anular la fiesta de San Cristóbal ante la afrenta recibida ni tampoco se quiso polemizar abiertamente, pese al dolor infringido.
Que el consistorio apele al diálogo para intentar reconducir la situación de una crisis provocada desde la Casa Consistorial es de una obviedad aplastante (es como el valor en la mili, que se presupone), pero los gaiateros, abducidos por su gran complejo de inferioridad, asienten cortoplacistas ante promesas -que no se cumplirán- de mantener más reuniones con el concejal y la alcaldesa. Falta de ambición.
De nuevo, pan para hoy, hambre para mañana. Otra vez, el bonux extra, como en las antiguas maquinas de bolas, se decanta a favor de los representantes municipales. Mucho me temo que continuarán los agravios a las gaiatas. Más dificultades para sus trámites burocráticos. Más sanciones. Más
cambios de normativas. Y, con todo ello, después de sortear mil y un problemas, al término de la Magdalena 2023, la alcaldesa dirá: “gracias, gracias, gracias, por el trabajo realizado”. En 1989, las collas que querían tener su protagonismo propio en Magdalena, fueron capaces de cortar el Pregó y el Desfile de Gaiates, y ello dio resultado y consiguieron poder. Las gaiatas, desde el miedo y la servidumbre son incapaces de fabricar un relato contundente que avale su sello de colectivos esenciales y fundamentales de las fiestas de la Magdalena. Claro que hay que dialogar, pero también hay que ser valientes.
Vicente Cornelles, periodista y escritor.
