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martes, 23 abril 2024

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¿Es la eutanasia la única forma de muerte “digna”?

La opinión de Carolina de Mingo, asesora jurídica

La muerte siempre ha generado un debate con altavoz y eco que ha puesto cara a cara las distintas opiniones construidas por la sociedad entorno a esta incógnita vital. Podemos ver morir a otra persona. Podemos morir nosotros mismos. Sin embargo, lo que no podemos es morir y revivir para contarlo. Ello hace que el empirismo que utilizamos para comprender el mundo, para comprender la vida y nuestra existencia, desaparezca.

Hasta ahora, nos encontrábamos en un sistema que limitaba el debate a la ideología sin dar respuesta a la demanda de la sociedad de despenalizar la eutanasia.

Este jueves, tras décadas de debate científico, político y social, el Congreso de los Diputados ha hecho historia convirtiendo a España en el quinto país del mundo en aprobar y regular la eutanasia.

Es importante para mí destacar que cada persona es dueña de su cuerpo y, por ende, de su propia vida y de su muerte. Permitir la eutanasia supone reconocer un derecho y ofrecer una libertad sin obligar a nadie a ejercerlo. No podemos forzar a las personas a que sigan sufriendo de una manera insoportable por el mero hecho de imponerles nuestra visión de la vida y de la muerte.

Hablar de una “buena muerte”, como se define etimológicamente la eutanasia, es hablar de “muerte digna”. Es apartar el dolor físico o moral. Es respetar la autonomía de la persona. Es la capacidad de decidir sobre nosotros mismos.

Por todo lo expuesto considero q lo que ha ocurrido hoy en nuestro país es, sin duda, un verdadero avance social.

Sin embargo, en toda esta revolución de conceptos de vida y de muerte debo expresar mi preocupación por la posición en la que van a quedar las unidades cuidados paliativos. Sinceramente, creo que están mal entendidas en nuestra sociedad. El concepto que maneja la población viene siendo algo así como: “no se puede hacer más por la persona enferma y se opta por medicalizar para conseguir un aturdimiento que consiga que no sienta dolor y esperar a que muera”.

El objetivo de los cuidados paliativos es asistir, aliviar y satisfacer dentro de lo posible, las necesidades básicas de personas que, por ser tales, resultan dignas de respeto más allá de su estado o condición circunstancial. Es acompañar a las personas en los últimos momentos de su vida. Es ayudarles a tener una muerte digna.

Está claro que la medicina puede resolver enfermedades, pero no resolverá la inexorable muerte. Es necesario conseguir que ese paso se haga con la mayor dignidad y el menor sufrimiento pues lo contrario sería un acto de irresponsabilidad y un ejercicio anti-ético.

Con la aparición de los Cuidados Paliativos actuales se rompe el esquema biomédico de medicalizar el momento de la muerte anulando la voluntad de la persona y se transforma en medicalizar para quitar el dolor y atender a las necesidades de la persona, a quien se le escucha en todo momento, para que marche con la tranquilidad que necesita una muerte digna. Ese es el objetivo de los Cuidados Paliativos: acompañar profesionalmente a la persona muriente, escuchar sus inquietudes y sus necesidades, brindarle el afecto que necesita para que ese paso de la vida a la muerte, per se doloroso, sea lo más digno posible. Para ello es fundamental contar con el apoyo de la familia a la que también se le brinda escucha y afecto para pasar por este trance.

Lo cierto es que si algo adquirimos al nacer es la muerte. La vida nos acompañará hasta encontrarnos con ella sin saber ni cómo ni cuándo. En nuestro proceso en las creencias, cada cual tiene el suyo, nos vamos formando esquemas de lo que se supone que es el fin de la vida. No la entendemos o la vemos como algo natural. Quizá la rechazamos por dolorosa o la abrazamos por liberadora. La casuística es inconmensurable. Y, además, según vamos caminando por el paso de los años y nos adaptemos a las circunstancias de la vida, nuestra concepción cambia.

El poder ser protagonistas de nuestra propia muerte, elegir la manera y el lugar donde exhalar el último aliento, emitir queja y encontrar consuelo en lo injusto del tiempo y partir en paz con nuestros seres queridos no es algo que solo se pueda conseguir a través de la eutanasia. Es algo que también puede obtenerse a través de la profesionalidad de los cuidados paliativos.

La sociedad española de cuidados paliativos (Secpal) lleva tiempo denunciando la falta de recursos específicos en torno a estos cuidados. En 2019 anunció que en Europa existían 6.388 servicios especializados en cuidados paliativos, y concretamente, España contaba con 260 recursos específicos, siendo superada por Alemania (914), Reino Unido (860), Francia (653), Polonia (587), Italia (570) y Rusia (321), países que concentran el 47 por ciento del total.

Con todos estos datos me preocupa que esta nueva ley conlleve de manera implícita la reducción o pérdida de las ya insuficientes partidas presupuestarias destinadas a las unidades de cuidados paliativos.

Porque… ¿serán estas Unidades las encargadas de facilitar la ayuda para morir o se crearán otras Unidades específicas? ¿Se utilizará el criterio del ahorro para hacer el reparto económico? Nunca se debería cuantificar el valor de una vida de forma monetaria. Hay valores con más peso que un cajón lleno de monedas.

Quizá estemos convirtiendo a la eutanasia como la abanderada de una muerte digna. Vistos los distintos escenarios que diferencian la dignidad que pone fin y la dignidad que acompaña hacia el fin, me pregunto…

¿es la eutanasia la única forma de muerte digna?

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