jueves, 18 abril 2024

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Luz versus oscuridad

La opinión de Vicente Cornelles, periodista y escritor

Confieso que estoy loco por vacunarme contra el covid-19. Por muchas razones. Entre ellas, una apuesta personal por la vida ante la incertidumbre de una pandemia sobrevenida, por una cuestión de responsabilidad y porque las vacunas han servido siempre para curar y frenar epidemias y contagios, y para eso se inventaron. Y, también, para vencer el miedo (el sentimiento más perturbador que experimenta el ser humano, que paraliza decisiones y genera dudas), que se ha instalado en la sociedad entre efectos secundarios (escasos) descubiertos y causalidades inciertas (por no hablar de especulaciones de las farmacéuticas no suficientemente explicadas).

Quiero recibir la dosis que me corresponde, de la marca que sea. Deseo experimentar el aval de seguridad y confianza que me dará su administración, un salvoconducto para salir del laberinto. La reciente imagen de la consellera Barceló vacunándose es una inyección de ejemplo a seguir y de valentía. Veterana luchadora, la titular de Sanidad del gobierno autonómico camina sin ambages en la mejor forma de aniquilar “la crisis sanitaria y la pandemia”, según sus propias palabras.

Como argumento vital y ser solidario con el resto de ciudadanos, que ya han tenido la fortuna de ser vacunados. Y es que, puestos a filosofar con argumentos, la lógica se impone, y se ha demostrado que vacunarse no solo ha reducido el número de casos, sino que la esperanza existe. Como es real lo que tristemente sufrimos y que ha costado miles de vidas.

Irreales son los axiomas empleados por los negacionistas que, en un alarde de insolidaridad social, siguen con sus postulados mediocres. Como los de Miguel Bosé, un artista que saboreó las mieles del éxito y la fama, y que ahora con su voz de ultratumba (como hizo en un programa de televisión y que mañana tiene su segunda parte de un docudrama de espanto), explicó aspectos de su vida con las que ha coqueteado con la muerte, reconociendo su “adicción a las drogas y al sexo salvaje” (sic).

El mito caído. ¿Cómo es capaz de manifestar sus miserias humanas, asegurando que consumía dos gramos de cocaína al día y cuestiona la más de las coyunturas que se han dado en el mundo y renuncia al sueño de millones de personas? ¿Por una falta de valores? ¿Por qué su mente ha quedado obturada por las sustancias tóxicas que se ha metido en su cuerpo? Bosé demuestra que opta por la oscuridad y no por la luz que genera un pinchazo, que es una ventana abierta hacia la salud, un respirar en este valle de lágrimas, un ánfora llena de esencias y perfumes reconfortadores que nos libere de tanta ignominia.

Allá los negacionistas con su conciencia. Yo me voy a vacunar. Y me sentiré libre.   

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