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viernes, 26 abril 2024

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Calvino y el Pez

La opinión de Enric Nomdedéu, Secretario Autonómico de Empleo, sobre el debate de la semana laboral de cuatro días

Hay un delicioso libreto de Josep Vicent Marqués, de nombre “Amores imposibles”, que me gusta releer de vez en cuando. Algunos de los relatos los protagonizan un socrático y un sofista, que contraponen permanentemente sus personales formas de entender el mundo, con un lenguaje costumbrista. he pensado estos días, porque tengo un encargo que no sé si encontraré el tiempo, o tendré el talento para cumplir, o esto mío con el mundo de los editores será otro amor imposible.

Y lo vengo a decir, porque igual que Marqués contraponía dos escuelas filosóficas, hubiera estado interesando contraponer a Max Weber y a Karl Marx, discutiendo sobre el origen del capitalismo. O incluso a Calvino y al Papa León XIII peleándose intelectualmente sobre el valor del trabajo en el alma del fiel.

Mientras Marx mantenía que la mentalidad capitalista procedía del desarrollo económico capitalista, Weber en su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” se pedía si el origen de esa mentalidad capitalista moderna no provendría más bien del modo de vida generado por el protestantismo calvinista.

Y es que contrariamente a la concepción católica, la reforma protestante acentuó la dimensión ética y religiosa del trabajo. El catolicismo mantiene que todavía llevamos la mácula de aquel pecado original, y la condena de su dios: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelves a la tierra de donde fuiste sacado: porque eres polvo, y al polvo volverás”, Génesis 3:19. ¡Hasta que vuelves a tierra! Ni jubilación, ni vacaciones pagadas. ¡Poca broma!

En cambio el protestantismo hace una lectura muy diferente. Lutero todavía tiene algo de tradicionalista, con la asunción de la profesión como una que cosa que el hombre tenía que hacer como una misión impuesta por Dios. Pero Calvino lo hace saltar todo por los aires.

Porque mientras para los católicos el trabajo es un castigo, el calvinismo lo sacraliza considerándolo la contribución positiva y necesaria del hombre a la manifestación de la gloria de Dios. Todavía más, el creyente calvinista tenía que llevar una vida austera, pero la riqueza solo es reprobable cuando incita a la comodidad y a la sensualidad. Ahora bien, como deber profesional constituye un precepto obligatorio; y las riquezas acumuladas no se tenían que conservar inactivas, sino invertirlas en nuevas actividades productivas.

¡Todavía arrastramos aquella visión! Y es aquí es donde encuentra Weber el apoyo en su visión, y lo concreta: «el capitalismo victorioso no necesita ya de este soporte religioso, puesto que descansa en cimientos mecánicos». En otras palabras, una vez que asentado el capitalismo toma vida propia creando necesidades y construyendo los medios para su perpetuación sin necesidad que la ideología puritana, ni más dios que el Fondo Monetario Internacional, el Foro de Davos y el Banco Mundial. La Santísima Trinidad del capitalismo.

Creo que Marqués hubiera escrito algo así:

“Un católico pescaba en la playa, mientras un calvinista lo miraba con atención. El pescador notó una fuerte sacudida a su caña, estiró con determinación y el anzuelo cumplió con su función. Unos breves minutos de tira y afloja entre el pez y el pescador, y a recoger hilo.

El buen hombre había capturado su presa.
Con parsimonia la desenganchó del anzuelo, puso el pez a la cesta, y empezó a recoger sus enseres. El calvinista que lo miraba le dirigió por primera vez la palabra.
-Ya marcha? No pesca más?
-Sí señor, ya marcho. Ya tengo un pez para la cena.
-Y por qué no en pesca un par más?
-No tengo tanta hambre.
-Pero los podría vender. Usted se come su pez, y el resto los vende.
-Para qué hacer?
-Hombre, con el dinero de las ganancias podría comprarse una segunda caña.
-Otra caña? Para qué?
-Podría pescar el doble, y vender el doble de peces, y ganar más y más dinero.
-Y que se supone que podría yo hacer con todo este dinero?
-Hombre de dios! Podría ahorrar y comprarse una buena barca pesquera.
-Una barca? Pero para que quiero yo una barca?
-Podría entrar mar adentro. Donde hay más peces, y pescar muchísimo más que el borde.
-Ya lo entiendo. Pero es que no sé que podría hacer yo con todos estos peces.
-Pues una pequeña fortuna, hombre. muy administrados el dinero de la venta, le permitirían comprar una segunda barca, y después una tercera hasta tener su propia flota de barcas de pesca.
-Yo no podría hacerme cargo de todo esto.
-Pero podría contratar a gente del pueblo que ahora no tiene trabajo. Otros pescadores trabajarían para usted.
-Y entonces yo que haría?
-Hombre… Podría ir tranquilamente a la playa a pescar.”

De todo esto va también el debate sobre la semana laboral de 4 días. De trabajo justo el que necesitamos para cenar, y dedicar el resto del tiempo a estimarnos los unos a los otros. Palabra de Nomdedéu

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