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viernes, 26 abril 2024

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PP y Vox: divide et impera

Los hechos acontecidos en el seno de Génova 13 han abierto un cisma que, lejos de cerrarse en falso, abocan al partido a una guerra abierta.

Divide et impera (divide y vencerás) es una máxima política y militar acuñada en primer lugar por Julio César y posteriormente por Napoleón Bonaparte. Se trata de una técnica basada en crear o aprovechar disputas internas en enemigos para contribuir a su debilitamiento y evitar coaliciones entre ellas. Es decir, lo que está pasando a la derecha con el PP y Vox.

Es precisamente ese divide et impera el que lleva consumiendo al PP desde el año 2015 y llega a su clímax con la crisis que en los últimos días ha destapado la guerra abierta entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado. Cada acto que ha resultado sensible al votante de derechas ha auspiciado la división de los populares y el auge de Vox.

Uno de estos momentos más evidentes fue el 24 de octubre de 2019, cuando se exhumó a Francisco Franco en medio de una gran cobertura mediática. Faltaban 16 días para las elecciones generales y no dejaba indiferentes ni a aquellos que buscaban una reparación a los crímenes del franquismo ni a quienes consideraban que era una herida que no se debía reabrir.

Entre los sectores más nostálgicos, o simplemente aquellos que heredaron el mantra de “con Franco se vivía mejor” suponía un hecho emocional. Los hechos emocionales no invitan a la racionalidad, sino que invitan a la radicalidad. Es esa radicalidad la prevista que iba a mover los intestinos de la derecha más intensa a favor de Vox.

El impacto de la división en los resultados electorales

Algunos hechos premeditados, otros fortuitos, hacen dividir un voto de la derecha a la que le quedan muy lejanas las mayorías absolutas de hace 20 años. La veloz extinción de Ciudadanos hace que los partidos a la derecha del PSOE no sean dos sino tres. Un realidad que allana el camino a la Moncloa sólo en una parte muy leve.

El éxito de esta división radica en el sistema de la ley electoral. La denominada Ley d’Hont hace que conforme aumentan los votos cada escaño cueste menos de ganar. Se trata de un sistema concebido para favorecer a partidos mayoritarios y minar los micropartidos. Una forma pragmática de favorecer la gobernabilidad.

Si la izquierda tiene un partido hegemónico pero en la derecha se va poniendo cada vez más en cuestión quién pueda ser el líder, hará que sea más fácil que haya un claro ganador como partido más votado que sería el PSOE. Sin embargo eso crea una debilidad añadida de la derecha, que los mismos 10 millones de votos que dieron, por ejemplo, la mayoría absoluta a Aznar en 2020 no bastasen para gobernar si se alcanzan entre dos formaciones que se dividan al 50% esos votos.

No obstante, la existencia de varios partidos en el mismo lado de la cámara no tiene porqué suponer el fracaso electoral. El propio Ximo Puig consiguió llegar a la presidencia de la Generalitat Valenciana con los peores resultados para su partido. Fue precisamente la alianza con Compromís y Podemos lo que le ha mantenido ya 7 años en el poder.

El auge de Vox entraña para el bloque de derechas un auge y una virtud, como partido emergente y fresco al no haber tenido experiencia de gobierno resulta más atractivo que los partidos clásicos. Esto también pasó en su momento con Ciudadanos y Podemos, que captaron un voto que podría haberse quedado en casa.

El crecimiento de Vox complicará cada vez más la gobernanza de la derecha

Sin embargo Vox crece desbocado, camino de no ser un complemento de la derecha al que se puede domeñar o presionar en una negociación de gobierno como si fuera un aliado débil. El crecimiento de Vox complicará cada vez más la gobernanza de la derecha y hará más complicadas las coaliciones de gobierno. Lo que hasta ahora eran peajes de un partido minoritario en gobierno podrían ser el día de mañana legislaturas partidas o un reparto de cromos en alcaldías de pueblos y ciudades o incluso presidencias de diputaciones.

Un problema real, inmediato y que no ha hecho más que empezar

El crecimiento de Vox como partido unido y de liderazgo indiscutible choca radicalmente con las guerras intestinas del PP. Mientras Vox apenas se desgasta en su proceso de estructuración y de ampliación de bases, al PP le cuesta sobremanera no caer en otra lucha cainita.

Ahora mismo PSOE y Vox se sientan a mirar frente a la debilidad de aquél que es su adversario político. El Partido Popular aborda ahora una guerra que intenta cerrar en falso y no solo afectará a Ayuso, Casado o a Teodoro García Egea. Los primeros resultados se han visto a las puertas de la sede del PP. Sin embargo, el asunto amenaza con generar un efecto dominó en aquellas comunidades o provincias donde el partido no ha salido suficientemente unido de un congreso.

El PP ha de verse obligado ahora mismo una auténtica reconciliación real, creíble y con gestos que lo demuestren. De lo contrario el adelanto electoral convocado en Moncloa o en Generalitat dejaría a un PP a poner su barco a toda vela sin tener claro si su tripulación navega en la misma dirección. De lo contrario los resultados para la formación azul pueden estar más cerca de la debacle catalana que del éxito de Madrid.

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