viernes, 29 marzo 2024

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Vuelven los Moros y Cristianos a Ontinyent

La lluvia y el viento respetaron los actos programados, que se pudieron desarrollar con total normalidad

Las fuertes tormentas registradas en la tarde y noche de este viernes en numerosas localidades valencianas no tuvieron la misma intensidad en Ontinyent, que después de dos años sin fiestas de Moros y Cristianos debido a la pandemia, vivió un espectacular retorno del “día grande” de las Entradas de los dos bandos.

En la tribuna de autoridades el alcalde de la ciudad, Jorge Rodríguez, actuaba como anfitrión para un numeroso grupo de cargos entre los que se encontraban el embajador de Uzbekistán, 4 consejeros, diputados en cortes generales y autonómicas, directores generales, alcaldes o el vicepresidente de la CEOE, todos expectantes ante la promesa de una tarde-noche donde el desfile organizado por la Sociedad de Festeros con el apoyo del Ayuntamiento llenara de espectáculo las avenidas de Almaig y Daniel Gil.

Y Así fue. Espectaculares ballets, vestimentas fastuosas, caballos, carrozas, música, llamativos maquillajes y la dedicación y aprecio por la fiesta de los miles de personas participantes pese al mal tiempo. A pesar de tener que emplear por instantes los paraguas e incluso de resguardarse, el público acabó acompañando los festeros durante todo el acto, que se iniciaba a las 18:00 horas de viernes y finalizaba pasadas las 03:00 de sábado.

Por la tarde, la capitanía cristiana de la comparsa Labradores daba un importante papel a las tradiciones y los elementos locales, como por ejemplo la Cruz de Capuchinos, se repartía un libro sobre juegos “de siempre”, se contaba con las figuras de los nuevos *cabets labradores, se recreaba el antiguo baile de los *tornejants, y la capitana Reyes *Alborch aparecía en una *carrosa que incluía la reproducción de la cruz procesional gótica de Ontinyent de Pere Capellades, del siglo XIV.

La embajada cristiana de la comparsa Arqueros cerraba el desfile del bando de la cruz, con el embajador José Ramón Francés y el abanderado Juan Cucart encima de una carroza en forma de ballesta, después de la escenificación de la lucha de las tropas de Jaime I en la conquista de las ciudades musulmanas de la zona. Entre las referencias históricas, las relativas al tratado de *Almiçrà, la presa de Xàtiva, o la irrupción y derrota del caudillo musulmán Al-*Azrak, con un importante papel de los ballets en la embajada.

Ya por la noche, la lluvia finalmente aparecía pero no impedía la salida de la esperada capitanía Mudéjar del bando moro, con un extenso boato en el que participaban cerca de 2000 personas, bastado en las relaciones comerciales que se desarrollaron en *época musulmana en Ontinyent, vinculándolas a Abdalá, el nombre con el que Joaquín José *Cervino denominó al capitán moro del texto de las embajadas, encarnado por Alberto Climent, quien aparecía en una plataforma a hombros de más de 50 hombres y mujeres. La estructura de la capitanía representaba una ciudad del antiguo imperio timúrida, actual Uzbekistán, con gran importancia de la industria textil, que une y relaciona el Ontinyent musulmán con este país con nexos como por ejemplo el “Ikat”, técnica ancestral de tejer que se utilizaba en Ontinyent hace 1.000 años y actualmente se continúa empleando en el país asiático. Al boato, además, se empleaban trajes elaborados en este país, y se contaba con un grupo de danza uzbeka.

El punto y final en las entradas lo ponía la embajada de los Omeyas, que escenificaba una leyenda: la campana de Oro. Una historia con batallas, prisioneros, y el botín de una gran campana de Oro, botín al que el sultán envía a la embajadora Sayo Martínez y la abanderada Mª Carmen Beneyto, que cerraron el desfile en una grande carroza después del colorido de guerreros y guerreras, bailes, varias carrozas, un espectáculo de caballos de doma y, de nuevo, mucha música.

La última pieza al escucharse, que acompañaba la capitana y embajadora a la carroza, la emblemática marcha mora “Chimo”, con un gran protagonismo en las fiestas de este año, puesto que además de haberse escuchado como tradicional conclusión de la entrada de Bandas, tuvieron como pregonera Susana Sanz, nieta de Joaquín Sanz, a que lo maestro Ferrero dedicó la composición.

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